José Varela
La política pedagógica que se persigue celosamente en Alianza Lima con sus bases formativas tiene la finalidad de consolidar integralmente, personal y deportivamente hablando, a los menores con proyección para el fútbol de alta competitividad y, de acuerdo al hilo natural de crecimiento, impulsarlos hacia los mercados de mayor tendencia mundial, obviamente, con el afán inherente de la oferta y la demanda.
No todos cumplen al cien por ciento con ese ciclo soñado, peor aún, muchos terminan perdiéndose en el anonimato por desviarse del riel de sus carreras. El caso de Diago Portugal se cuenta con los matices expuestos. Un muchacho talentoso, zurdo como los poetas que pasaron por La Victoria, físicamente apto, capaz de “levantar” a las tribunas con su inspiración, de raíces iqueñas, perfilado para el podio, con tres años de contrato y el “míralo, pero no me lo toques” de los que descubren a un diamante en bruto, era el “10” de la selección, sin embargo, algo pasó en su camino…
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¿Por qué se detuvo bruscamente la proyección de tu carrera cuando muchos te observaban como el futuro “10” de la selección?
Lo que pasó fue increíble. Con la expectativa de tener más oportunidades para jugar, de pronto, fui prestado a Unión Comercio. Al regreso, inducido por mi representante, quien me dijo que tenía arreglado un mejor contrato para mí en otro club, decidí ponerle fin a mi vínculo con Alianza Lima. Esperé la llamada de mi representante, pero como nunca lo hizo, lo llamé yo y lo mandé bien lejos. Al final me quedé sin soga ni cabra.
¿Y fue tan mala decisión hasta el punto de alejarte de tus sueños?
Definitivamente. Porque justo ese año Alianza empezó a darle oportunidad a los jugadores de sus canteras como en el caso de Yordy Reyna, “Churrito” Hinostroza…
¿Pero por qué te dejaron ir si eras uno de los voceados para jugar en el extranjero a mediano plazo?
Pude irme a Brasil cuando tenía 15 años de edad, pero Alianza Lima no lo permitió. Posteriormente, tuve la posibilidad de jugar en Holanda y tampoco se concretó.
La San Martín aparece en tu camino y te contrata por tres años, ¿qué sucedió en dicho club?
En la San Martín me sentía cómodo solo con entrenar y cobrar mi sueldo. No me preocupaba por salir en las listas. Solo era tomado en cuenta para jugar en la Reserva. Entonces, cuando acaba mi contrato y salgo a buscar equipo en la Primera, fue muy difícil. Acá yo no culpo a nadie. Todo ha sido culpa mía… por dejarme estar.
¿Cómo fue tu experiencia en la Copa Perú?
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En la Copa Perú cuando tu equipo queda eliminado le dices adiós a tu dinero. En agosto, septiembre y octubre había que cumplir con mi familia, ciertamente, pasé momentos duros.
¿En la Copa Perú digamos que tocaste fondo en todo aspecto?
No tenía una alimentación acorde a la de un deportista, en algún momento llegué a pesar 84 kilos, por la noche salía constantemente, tomaba mucho, influenciaba a mis compañeros a ir por ese mal camino, de esa manera partía al grupo, lo malograba, hasta que tomé la decisión de darle un giro a mi vida.
¿Cuál fue la gota que rebalsó el vaso?
La situación que frenó el desbande en el que estaba metido fue cuando reconocí que mi mujer me estaba perdonando muchas cosas malas y faltaba muy poco para que me tire una patada y me deje.
¿Y por qué llegaste a ese extremo?
Emocionalmente no estaba bien. Mi abuela, la persona que me crío y a la que yo le decía mamá, estaba mal de salud. Ella vivía en Ica y yo en Chimbote, demasiado lejos. Y como no podía verla caí en un hoyo profundo. Me sentía solo. Entonces tuve el desatino de refugiarme en los amigos con los que salía de joda y regresaba a casa de amanecida. Pero así salía a entrenar.
¿En qué momento decides cambiar de chip?
Yo buscaba algo nuevo que me ayude a cambiar porque había abandonado mis sueños, me sentía un fracasado. Es allí cuando un amigo me invita a conocer un estilo de vida desconocido para mí y empiezo a rediseñarme como persona, empieza a mejorar mi autoestima y a recobrar mis sueños. Recuperé mi mejor nivel físico y en un partido contra Llacuabamba gusté y cuando ellos ascienden, me convocan para reforzar a su equipo. La llamada la hicieron un 24 de diciembre. Era el milagro de mamá que estaba en el cielo.
¿Tus amigos de Alianza no te ayudaron a cambiar en los momentos difíciles?
Yo me alejé de mis amigos aliancistas cuando dejé la profesional; me aislé, no respondía mensajes por messenger, no me dejé ayudar por los amigos que sí me estimaban, y todo eso me jugó en contra.
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Ahora que estás nuevamente en la Primera División, ¿cuáles son tus metas a corto y largo plazo?
Quiero jugar y consolidarme, deseo realizar el mejor torneo, acabar como titular y anotando muchos goles. Si el equipo logra clasificar a la Copa Sudamericana será importante. Después ya se verá…
¿Quiénes son tus actuales espejos, esos impulsos que todos necesitamos para superar los obstáculos del día a día?
Jack Durán y André Carrillo, mis amigos a los que admiro mucho por lo exitosos que son. Con los dos tengo una anécdota: una vez por ir rápido a la casa luego de entrenar, subimos a la parte trasera de un recolector de basura y la policía nos agarró a todos. Éramos como veinte. Alianza nos castigó. A veces habló con André. Él me dice que aproveche esta oportunidad, que la agarre con todo y no la suelte. Quiero ser exitoso como él. Lucharé por tener un buen club y llegar a la selección, moriré en el intento si fuera necesario. Y a la gente que confía en mí, le digo que hay Diago Portugal para rato.
¿Qué edad tiene Diago Portugal?
Diego Portugal tiene 29 años y es categoría 1991. Fue compañero de Carlos Ascues, Jorge Bazán, Yordy Reyna, André Carrillo, Paolo Hurtado y Christofer Soto.
¿Dónde jugó Diago Portugal?
De Alianza Lima, Diago Portugal fue prestado a Unión Comercio. Tras finalizar contrato con los íntimo, firmó por la San Martín. Desde el 2015, jugó en Copa Perú. Ahora juega en Deportivo Llacuabamba.